OLOR DE LUNA
Ella pasaba, los segundos, los minutos y las horas suspirando un olor a luna, de esos olores que traen recuerdos de la infancia, de esos días de despreocupación que se complican en la adolescencia y más aún cuando creces.
Crecer duele decía un sabio pastor de la iglesia a la que ella asistía, ella iba para aplacar sus miedos y para pedir al cielo que sus sueños sean bendecidos, su motor era la fe, ella sabía que tenía que esforzarse para conseguir sus metas y que contaba con esa ayuda extra del Creador para que todo se cumpla.
Si saben ¿a qué huele la luna?, a recuerdos de la infancia, a momentos de pasión... es medio como a almizcle... o a ese fresco aroma de galletas recién horneadas por la abuela, a eso momentos trascendentes de la vida que se imprimen en el alma.
Una infancia un poco extraña, lidiando entre lo desconocido y entre la realidad o sus historias fantásticas, creció en medio de un pequeño bosque que a sus 5 años le parecía gigante, ahí conoció a los elfos, los duendes y las malvadas hadas. Solía volar sobre un hipogrifo al que llamaba caramelo y recorrer el magnífico lugar lleno de árboles frutales, animalitos domésticos y un hermoso y cristalino río. Sus ilusorias ficciones se fueron perdiendo mientras transcurrían los años y ya llegando a la adolescencia, eso no era cosa de gente normal.
Durante su juventud le protegieron los fantasmas de sus abuelos y de aquellos amigos que de manera inexplicable dejaron de coexistir en el mundo terrenal, sin embargo aun seguían acompañándola de una manera diferente. A los 16 años adivinaba el futuro de la gente que la rodeaba, como la mejor de las expertas en cartomancia, sus amigos y parientes se fascinaban con ese don inexplicable de atinar muy certeramente a lo que estaban viviendo y lo que ella les deparaba para el futuro, por cuanto estas predicciones se cumplían siempre.
Entre el primer beso dulce con sabor a chocolate, esa primera emoción de taquicardia en el corazón y las mariposas en el estómago, ella conoció al gran amor de su vida, un muy simpático y apuesto joven de cabello y ojos negros con quien compartieron muchas aventuras de la juventud, con él acostumbraban a reír hasta el cansancio, incluso de las cosas tristes de la vida, ahí aprendió a desarrollar su fino sarcasmo que cultivó hasta la edad adulta.
El primer cruce de miradas entre ella y sus hijos fue el momento más mágico que puede experimentar una mujer, esos momentos de la crianza entre juegos rizas y regaños. Verlos cada día crecer sabiendo que muy pronto despegarán y alzarán su vuelo con la convicción de que serán personas de bien y que sus triunfos serán regocijo para su alma.
De vez en cuando despierta feliz porque volvió a ver el rostro de su papá en sus sueños riendo de tonterías, ese momento tiene el olor de la luna. O cuando se conecta con el amor de su mamá, en ese momento, su madre sabe que algo no está bien en ella, esos lazos del amor de bueno tienen el olor de la luna, así como ese beso que sus hijos le dan en la frente, lleno de miel y humedad, ese beso tiene el olor de la luna.
Todos esos momentos importantes que ella atesora en los archivos clasificados de su mente como favoritos, esos instantes tienen olor a luna que son intangibles que recuerdan emociones y afloran los sentimientos más puros y tiernos. Cada vivencia conserva en el más hermoso lugar de su corazón envuelto en un sobre con olor de luna.